Cómo prevenir un cólico

Un cambio simple que puede ahorrarte un gran problema

Los cólicos son una de las urgencias más temidas en el mundo del caballo. Aparecen de golpe, sin demasiadas señales previas, y muchas veces te agarran sin herramientas ni tiempo. El caballo se revuelca, transpira, deja de comer, se mira el flanco… y en pocos minutos, todo se vuelve urgente. Si tuviste un cólico grave alguna vez, sabés de qué hablo.

La mayoría de la gente piensa que prevenir un cólico tiene que ver solo con el agua limpia, con evitar cambios bruscos de temperatura, o con no dejar al caballo comer pasto húmedo. Y todo eso es cierto, claro. Pero hay un dato que pocos tienen en cuenta y que marca una diferencia enorme: la cantidad de concentrado que recibe el caballo cada día.

Cada kilo de maíz, avena, pellet o balanceado que le agregás a la dieta, multiplica las probabilidades de cólico. No un poco. Mucho. Se ha documentado que un kilo diario de cereal aumenta entre cuatro y nueve veces el riesgo de cólico. Es decir, no es una cuestión de exageración: es un dato real, medido y comprobado.

¿Por qué pasa esto? Porque el sistema digestivo del caballo no está hecho para procesar grandes cantidades de almidón de golpe. Su cuerpo está diseñado para comer pasto durante muchas horas al día, en pequeñas cantidades. Cuando le damos un gran volumen de grano concentrado en poco tiempo —una ración rica, seca y densa—, alteramos esa lógica natural. El intestino trabaja forzado, se llena de gases, se fermenta mal. Y ahí es donde empieza el problema.

La mayoría de los cólicos se podrían evitar con un manejo más simple: menos concentración, más forraje. Menos apuro, más lógica. Pero muchas veces, por costumbre o por desconocimiento, seguimos repitiendo esquemas que terminan enfermando al caballo.

Y lo más doloroso es que, cuando llega el momento del cólico, todo lo demás se borra. No importa si es buen caballo, si estaba sano, si venía entrenando bien. En ese momento, la urgencia se impone. Y si no actuás a tiempo, si no sabés qué hacer o no tenés a quién consultar, podés perderlo. Por eso es tan importante entender estas cosas antes. Para no tener que reaccionar, sino poder anticiparse.

El cuidado del caballo no empieza cuando se enferma. Empieza en lo que comió hoy, en cómo está hecho su comedero, en cuántas horas pasó sin forraje, en cómo es su rutina. Cuidarlo es observar. Y prevenir.

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